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Cuba natural

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LIZARD
Chipojo occidental © Alfonso Silva Lee

Caimán y catey en la cultura

EXTRATO DE LIBRO
CUBA NATURAL

En cualquier país continental�excepto la anómala Australia, que es continente aislado, y de un solo gobierno�es bien raro que exista un animal o una planta exclusivos; lo normal es que habiten también otros territorios aledaños. Francia, por ejemplo, comparte un gran número de especies de plantas y animales con España, Italia y Alemania; los de Tanzania son comunes a Kenia, Uganda y Mozambique. En consecuencia, las personalidades biológicas de estos países están algo o muy diluidas.

En la inmensa mayoría de las tierras continentales, por otra parte, viven al menos algunos animales grandes: venados, águilas, osos, cóndores, rinocerontes, monos, tapires. Es obvio que estas criaturas�de cuerpo cubierto de pelos o plumas, y sangre caliente al igual que nosotros�roben la atención de las personas: poseen tallas similares o mayores a la nuestra, y sus habilidades, accesibles a nuestros sentidos, son admiradas, temidas o envidiadas.

En casi todos los animales grandes apreciamos alguna utilidad concreta: los convertimos en carne y curtimos sus pieles; les damos a las plumas, los dientes y las cornamentas un uso decorativo o ritual; y consideramos que partes de sus cuerpos tienen virtudes medicinales, o afrodisíacas. No sorprende, pues, que alrededor de ellos los diferentes pueblos hayan tejido, desde tiempos inmemoriales, muchísimos mitos y leyendas. Son los animales por excelencia.

En la fauna terrestre de Cuba, como en la del resto de las hermanas Antillas, no hay animales autóctonos asables, ordeñables, trasquilables, ni que sirvan para arar o montar. Tampoco los hay con virtudes de especial impacto sensorial, ni de beneficio económico trascendente. Ningún ave es por entero roja, amarilla o azul; ningún mam�fero tiene constitución humanoide, fuerza de león o agilidad de gato. De entre los mamíferos terrestres autóctonos los de mayor talla son unas pocas especies de jutías, todas pardas, nocturnas y con el aspecto de una rata sobremedida y sobrealimentada. Entre las aves que habitan montañas y sabanas las mayores son los gavilanes y los arrieros, en su mayoría pardos y pequeños.

BOA
Majá de Santamaría © Alfonso Silva Lee

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